martes, 24 de agosto de 2010

EL PRIMER DÍA DE COLEGIO




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ARANTZA
Pero ¿Por qué a nadie le importaba su opinión? ¡No quería ir!  Sus padres y hermanos habían llegado al acuerdo táctico de recrearle lo divertida que iba a ser la nueva aventura y manifestaban un entusiasmo desmesurado. Pero él no se dejaba convencer ¿Por qué iba a querer cambiar su magnífica situación? no quería compartir juguetes, ni subir a muchos columpios, ni tampoco aprender canciones nuevas... ¿Cómo iba a querer algo así? Y sobre todo ¿Cómo ellos insistían en prescindir de la brillante sonrisa que usaba con sobrada consciencia, de hacerle el almuerzo, ayudarle a recoger las piezas del juego de construcción o compartir los sorprendentes descubrimientos sobre el mundo que hacía a cada instante?
Demoró todo lo posible la salida de casa, poniendo a prueba la paciencia de Ana e incluso la suya propia. Pero su madre, por lo visto, se había levantado preparada para afrontar estoicamente las artimañas más eficaces que guardaba en su catálogo. Manifestó -a berreos- su disconformidad con ese complot. Lo manifestó en la panadería de Aurora, en el quiosco de Marcelo, en el semáforo donde la Sra. Engracia dejaba comida a los gatos...
Regó, con un alarido de auxilio, cada rincón que piso pero nadie acudía a salvarlo.
Cuando se quiso dar cuenta ya estaba frente a ese lugar, que tenía aspecto realmente amenazador. Una orquesta de llantos, mocos, pañuelos y súplicas atronaba el lugar, y se unió a la sinfonía mientras repetía una frase que acababa de captar y le parecía realmente buena:
- “¡Mami! ¿Ya no me quieres? ¡Buaaaa!”
Pero mami no estaba dispuesta a ceder.
Sin cesar el gimoteo, que ya no iba acompañado de lágrimas, se vio solo en esa habitación. Solo, junto con 18 sollozos desconsolados. Hasta que reparó en María. Una mujer que miraba con ojos emplatados aquella caótica escena sabiendo que era el primer día de colegio para todos, incluso para ella...

S*OL PEREDA
De nada le habían servido a la querida "Seño" los años de universidad ni toda la teoría que había estudiado en ella.
Era su primer trabajo en la profesión que siempre había soñado, y los días previos al inicio de curso había estado tanto o más ansiosa que cuando la habían dejado ir de viaje sola por primera vez.
Era capaz de ponerse en la situación de esas criaturitas desconsoladas con sentimientos de abandono, pero estaba tan bloqueada que era incapaz de encontrar una solución medianamente razonable.
Ponerse ella también a llorar no mejoraría la situación, pero era lo que su cuerpo le pedía.
Habría sido más fácil seguir sirviendo perritos en el establecimiento de su tío, donde las únicas condolencias se las daría al perrito en el momento de ser vendido a un cliente
 "Yo tenía veintiún perritos,
uno lo vendí a un cliente.
No me quedan más que veinte."
- ¡Ya está! -pensó en voz alta.
Cantar siempre había sido una buena cura en momentos de miedo.
Primero echó un vistazo al aula y pensó: "ni en las mejores guerras podría haber tanto caos", pero la situación empezaba a parecerle divertida.
Uno de sus alumnos, Gonzalo, después de llorar todo lo que pudo y más, decidió tumbarse en el suelo, con las manos enlazadas detrás de la nuca a echarse su siesta matutina y siguiendo su aplastante lógica: "Al mal tiempo, buena cara".
Caminó despacio hacia la zona acolchada, se sentó en el suelo y comenzó a cantar.
Pablo, seguía de cerca a la que iba a ser el segundo gran amor de su vida -después, por supuesto, de su madre- ... su Seño. Y cuando la escuchó cantar, comenzó a imaginarse una fábrica de mamás y seños donde les enseñaban canciones, espantamiedos y quitamocos, porque no era posible que su mamá y su seño -a la que no había visto nunca- supieran la misma canción que tanto le gustaba.

Al parecer, Pablo no era el único que estaba escuchando cantar a María. Poco a poco los nuevos inquilinos del aula comenzaron a sentarse alrededor de "la Seño" y Pablo sintió en ese momento que le iban a salir muchos competidores por su nuevo amor. Así que se sentó junto a ella, le agarró con una mano su falda y decidió acompañar -con algunas palabras que sabía pronunciar- aquella melodía mágica...


LUIS VAQUERO

Una arritmia devastadora con respecto al compás de la cancioncilla, se produjo cuando Pablo agarró  su bolsa de tela por abajo y se le cayeron al suelo  dos docenas de canicas, que los más astutos se apresuraron a rescatar, y los más nobles le  ayudaron a recoger.

El llanto desproporcionado del niño, viendo su colección de canicas convertida en un botín que se repartieron algunos de sus nuevos compañeros, provocó una alegría colectiva para los beneficiarios, unido a algunas burlas de otros y caras de sorpresa en los restantes; una situación que se le empezaba a escapar de las manos a María en su debut.

Uno de sus primeros objetivos, era que los niños aprendiesen a compartir, lo cual se contradecía con el mensaje que debería hacer entender,  sobre la propiedad privada que en justicia se merecía la colección de canicas de Pablo.

No le resultó difícil, finalmente, hacerles entender la diferencia entre los juguetes del colegio y una colección que tanta dedicación le había costado reunir a su compañero; aunque a pesar del asentimiento general,  la totalidad de las canicas seguía sin aparecer para desconsuelo del propietario y desconcierto de la seño, quien finalmente tuvo que asumir el compromiso de que al día siguiente le traería las tres que no aparecían -que seguro las encontraría a la venta en el kiosko de Marcelo-. 

Prosiguió con dos canciones más, acudiendo a continuación a la pintura de dedos, antes de ir al recreo.

Rápidamente se percataron todos -incluida la seño- de que Gonzalo, en quien nadie había reparado porque su siesta le había mantenido ajeno a tanto escándalo- ahora se encontraba jugando inocentemente con unas canicas que Pablo identificó al instante como suyas.

Como la vida misma, con seres humanos en pequeñito, pero con una conflictividad similar a la de los adultos, María tuvo que jugar su papel de alcaldesa,  jueza y parte, que también en eso consiste la enseñanza, en intentar conducir a buen puerto esa mezcla de seres angelicales y salvajes que somos al  nacer.

sábado, 5 de junio de 2010

EL BAR

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S*OL PEREDA
El bar de siempre. La misma máquina tragaperras. El mismo jugador apostado en la máquina con un vaso de plástico lleno de monedas y con la frase escrita en la frente “el premio es mío”. Un camarero que no ha cumplido los 20 y demasiado ingenuo para atender una barra con clientes asiduos. Un cartel escrito a mano con letras mayúsculas: “Aquí no se permite la indigencia” y un cuadro enmarcado de no se sabe cuándo con el reclamo de “tenemos disponible una hoja de reclamaciones para el cliente que lo solicite”. ¿Alguien se habría quejado en ese bar por emborracharse? ¿o quizás por el ruido estúpido de la máquina tragaperras o quizás el tintineo de las monedas? Quizás los vasos donde me servían el alcohol no estaban muy limpios, pero estaba seguro de que el alcohol purificaba el vaso y mataba todos los gérmenes.
Pues yo "Solicito", "Reclamo" en este momento que no me sirvas la maldita copa que estoy a punto de pedir, pero por algún motivo he vuelto a engañarme a mí mismo diciéndome que si me tomo ese trago que ya no volveré a caer, pero he tenido un mal día y que me ayudará a relajarme. Si en la asociación de alcohólicos anónimos supieran dónde me encuentro sentado en este momento, se avergonzarían de mí. Yo me avergonzaba de mí en ese momento, pero lo necesitaba.
Tengo un traje nuevo, un puesto de trabajo al que no he ido hoy. Llamé y les dije que me encontraba mal. Mi mujer se cansó de mis promesas y yo, yo no supe en qué momento me hundí en este vicio, donde hoy de nuevo estoy sentado. En mi mismo asiento y viendo las mismas caras de siempre.
Quiero llamar a mi mujer… pero no me atrevo. Ya no es mi mujer. Necesito esa copa de brandy ahora más que nunca. Pero no quiero que venga el camarero. Es poco avispado y aún no se ha percatado de mi presencia…

 ARANTZA
 Como si alguien hubiera escuchado mis plegarias en el infierno, un resorte en la cabeza del camarero la hace girar hacia mi de tal modo que no parece humano. Esta espeluznante "señal" me deja tan desconcertado que solo atino a pedir un trago ( no sé si lo he hecho por "inspiración divina" o tan solo por costumbre).Con una caída de ojos, acompañado de una muy leve inclinación de la cabeza, me confirma que he saltado al abismo que coloqué hace un mes, catorce días, seis horas y...mmmm...tres minutos. Ya no tengo tantas ganas de llamarla. Y a medida que veo al  chaval avanzando en la disposición de mi copa noto como todas las ganas huyen.
No recuerdo ninguna vez que un vaso me pareciera tan misterioso, tan sentenciador....e incluso lascivo. Este alcohol es un vómito a mi nueva feliz existencia. Un ácido que corroerá hasta los huesos este nuevo hombre en el que he resurgido.
Aunque ahora me doy cuenta que en realidad tampoco me ha caído bien en ningún momento. Este nuevo tipo que se hace llamar "yo" se supone que le conocí durante muchos años, pero ahora no es más que un extraño, por cierto poco interesante....Y a medida que me llegan los vapores del brandy estoy más persuadido de ello.
Este razonamiento no me distrae lo suficiente como para no percibir que, a pesar de la convicción, mi cuerpo recela y la mano se muestra temblorosa y titubeante. Pero es mi destino.
Lo tengo tan cerca de la boca que noto como asciende el calor hasta envolver mis labios...una amarga sensación me apremia a consumar el maldito acto.
¿Mm?... Esa risa... Esa voz... ¡La reconozco!
Dejo inmediatamente el vaso, lo más alejado posible de mi,  intentando guardar la compostura y me giro lentamente. Ahí está, Marcos, un compañero de la terapia. Y no cualquier compañero, sino el más ejemplar. Veinte años sin beber demostrados. La prueba de que se puede ¡Menos mal que aún no me ha visto!
¿Qué hace allí? ¿Será esta otra señal para no cometer un error irreparable? ¿Un enviado para asumir el papel de voluntad que no me queda? ¿Está el misticismo intentando volverme loco o...simplemente ya estoy loco?

LUIS VAQUERO
Pido  una Cocacola al camarero discretamente, y escondo la copa de brandy en el pequeño estante paralelo,  que hay,  justo bajo la barra, así mientras decido que hacer, gano tiempo,  y  si me ve Marcos y vienese hacia aquí,  la puedo tapar con mi cuerpo.
 Me están dando ganas de mezclar el brandy y la Cocacola, sola,  se me introducen sus vapores por la nariz y además me sabe a medicina y me enfría el estómago de un modo desagradable, pero no lo hago.
 Tomo un periódico y me pongo a leer las páginas de economía, me parecen las de “econosuya” dado lo alarmante de mis saldos, y observo disimuladamente a Marcos, que dialoga con una mujer de su edad, en un tono muy familiar y distendido
Ya metido en las páginas de deportes , enterándome de destituciones de entrenadores y otros pormenores, me sorprende el escandaloso ruido, justo detrás de mí,  de una catarata de monedas y diversas músicas y sirenas que emite la máquina tragaperras.
Toda la clientela , incluido  Marcos y su acompañante,  miran hacia donde estoy yo y la tragaperras, con lo cual, comentan, sonríen y se acercan, me presenta a la atractiva señora, que luce un bonito vestido de seda estampado, y  que viene siendo su hermana, veo que no me hace ascos, más bien aprieta su pubis contra mi rodilla, al darme los dos besos de rigor, mientras yo, incómodo con la situación,  por no me levantarme de mi banqueta de la barra, no vaya ser que me vean la copa, y le dice que soy compañero de terapia.
  Después de una pequeña conversación,  habitual en estos casos, la hermana, me felicita por mi éxito en Alcohólicos Anónimos,  se dedica a desoxidarme el alma,  propone ir a picar algo a una terraza y pide la cuenta al camarero.
- ¿Le cobro todo junto?
- Sí, por favor, dos aguas minerales y la Cocacola del señor
- No deja, yo invito.
- ¿Y la copa de brandy que le serví antes al señor y no veo por ninguna  parte?

domingo, 15 de noviembre de 2009

ESPACIO








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ARANTZA

Aunque aún se encontraba aturdido, tuvo que reconocer que el viaje resultó menos duro de lo que cabía esperar. Los recuerdos de la primera vez que subió a una nave interestelar, a los 10 años, no eran nada amables. Pero le pareció evidente que desde entonces se habían aplicado importantes avances.
Cuando Jim Stevenson le comunicó que debía partir inmediatamente en la expedición "Slivus", dirigida al asteroide Atlon en la galaxia de Andrómeda -por orden directa del Gobierno Central-, sintió tal arcada que fue incapaz de prestar atención al rumiar de palabras que emitía el agente. El agente que venía a robarle de su mundo.
Solo cuando se marchó, pudo reaccionar en un interrogante:
- ¿Por qué yo? Tan sólo soy un historiador. Y más aún ¡Un historiador de "La antigua era"! ¿Qué puede necesitar de mí ningún gobierno? ¡Y nada menos que el Central!
Leyó el dosier que le había dejado Jim. Volvió a leerlo. Y cuatro veces más. No logró encontrar ni el más mínimo atisbo que respondiera a su inquietud. Sabía que aunque quisiera oponerse no serviría de nada. Ese tipo de órdenes son imposibles de eludir.
Tras maldecir jerarquías, protocolos y decisiones, se rindió a la indeseable realidad.

Habían pasado ya catorce meses. Catorce meses que le parecieron catorce años...catorce vidas. Pero su preocupación ahora era como iba a contar lo que habían encontrado en ese infravalorado asteroide. Cómo podría explicar al comité su deducción basada en una certeza sin pruebas. Le pedirían informes tangibles y no los tenía. Sólo poseía una contundente corazonada. Pero era vital convencerlos. Tendría que poner a trabajar su portentoso cerebro, más que nunca.

LUIS

Las tediosas comunicaciones entre servicio de inteligencia del Gobierno Central con aquella lejana galaxia, le llevaron a la conclusión de que no era Atlon el asteroide objetivo de la misión, sino Atlon II. Allí no había ni rastro de titanio -mineral extinguido y necesario en la tierra y que en los ya marginales mercados de cotización alcanzaba valores extraordinarios- como para hacer viable invertir ingentes cantidades de fondos gubernamentales, en negro, en un proyecto que debería estar dirigido "in situ" por el perfil de alguien responsable y eficaz como era él, Paul Hernández, según los datos del Gobierno Central.
Doce meses perdidos en las extrañas características físicas y gravitatorias de aquel gran meteorito que prácticamente anulaba la operativa de la legión de robots mineros, más otros dos meses en la sala de Hibernación de la nave en trayectoria, donde le fueron transmitidos los objetivos del viaje, mermaban la paciencia de la escasa tripulación. La escultural figura de la vicealmirante Helena Stevenson, hija del agente Jim, era lo único que impedía a Paul entrar en estado de profunda depresión.
Los sistemas inteligentes de la nave habían determinado que sería necesario esperar un mes más para que las trayectorias de los dos asteroides se aproximaran y poder colocarse en la superficie de Atlon II en escasas horas y así poder comenzar una labor que estibaría a las bodegas de la kilométrica nave, una cifra de nueve millones y medio de toneladas de titanio, lo que haría más que rentable el periplo. Para el mes que restaba de espera se confeccionó un plan para extraer varios cientos de toneladas de Iridio que afloraban en superficie.
En el sistema de comunicaciones de la nave se escuchó la voz de Paul:
- Por favor Helena, acércate a la sala de reuniones.

S*OL PEREDA
Helena exhalaba esa frescura al caminar que mantenía todas las miradas de los tripulantes en vilo.
Hacia su destino, también pensaba que tenía que hablar seriamente con el historiador. Todo este tiempo había estado relegada a un segundo plano por orden de su padre, pero sabía que la aventura estaba tocando a su fin.
Había gran cantidad de detalles en ese viaje –que ya los mantenía 14 meses alejados de sus hogares- que no cuadraban ni para un estudiante de bachillerato: El Iridio y el Titanio eran metales que pertenecían a distintos grupos, y que por su valor no se podían encontrar juntos… y eso por no hablar de que en ningún momento de su viaje habían notado una ingravidez propia de la distancia con el planeta Tierra.
Un mes de viaje sería tiempo suficiente como para notar acusadamente los efectos gravitatorios sobre todo lo que les rodeaba.
Helena llegó al despacho donde se había citado con Paul; tocó a la puerta y sin esperar a que éste respondiera con un ¡Adelante!, la abrió y se adentró en la habitación.
-Helena, tenemos que hablar –dijo Paul en un tono preocupado.
-Sí, yo también quiero hacerlo –respondió ella con voz firme.
Helena comenzó argumentando acerca de cómo el Iridio llegó al planeta Tierra, supuestamente por la “eclosión” de un meteorito sobre nuestro planeta; esto, sumado a la falta de ingravidez a la que estaban sometidos la hacía sospechar de que el viaje estaba manipulado y que no se encontraban sobre la superficie de ningún Asteroide, y menos aún de Atlón.
Paul, quien venía especulando algo similar, pero que debido a su escasa formación en química no había sido capaz de concluir una hipótesis certera, se vio de repente como si estuviera en posesión de la piedra filosofal y le dijo a Helena:
-Helena, he pasado años investigando acerca de la construcción de monumentos megalíticos: los materiales utilizados y las personas necesarias para llevarlas a cabo coinciden en número y forma con el equipo que llevamos acumulando desde hace 14 meses. Mientras nosotros permanecíamos en la nave, las “bodegas” kilométricas han estado yendo y viniendo alegando una recogida de metales preciosos. Estoy seguro de que el Gobierno Central quiere construir aquí una gran cúpula protegida para los altos cargos del País.
Helena, que no dejaba de mirarle tan admirada por sus deducciones como contrariada por el presunto fraude en el que la había involucrado su padre, le dijo:
-Tenemos que hacer algo, Paul. No estoy dispuesta a ser cómplice en una operación en la que puede que no sólo el país, sino también el planeta se encuentre en peligro.
Paul cogió el teléfono, marcó la numeración directa y cuando escuchó que el primer tono le pasó el auricular a su compañera.
Ambos se miraron con complicidad. Helena pulsó el manos libres para que Paul escuchara la conversación y a la voz de “Al habla Jim Stevenson” Helena respondió:
-Hola papa. Abortamos la expedición. Te quiero.

sábado, 25 de julio de 2009

RELACIONES LABORALES




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S*OL Pereda
Las 8 en punto de la mañana.
-Sí, es la hora.
Ése fue el primer pensamiento cuando sonó el despertador y abrió los ojos.
Había pasado toda la noche tratando de digerir la conversación que el día de antes había mantenido con sus superiores.
-"Esto no marcha como teníamos previsto, Abraham.... las ventas han caído y tenemos que reestructurar la plantilla. Nuestra obligación es avisarte con 15 días de antelación”.
Le cayó como un jarro de agua fría. No. Peor aún: Como si de repente se abriera la tierra y se tragara todo lo que para él significaba algo.
- "Pero ¿cómo pueden hacerme esto? 12 años, 9 meses y 23 días en la empresa ejerciendo de chacha, camarero, psicólogo, cartero, recadero, limpiabotas, redondeador de números, ingresador de cheques, agenda de cumpleaños, aniversarios, amo de llaves.... ¿y éste es el pago que recibo?”
Tenía mucho que hacer antes de despedirse definitivamente de la empresa pero no sabía por dónde empezar. La frustración, la rabia, la angustia...manejaban su mente y le hacían urdir planes maquiavélicos antes de pasar por la indeseada oficina del paro…

Arantza Alada

Sin aparente celeridad se enfundó el traje que había comprado dos años antes para el enlace de su hermano. Hacía tiempo se rindió a la evidencia que posiblemente no encontraría ocasión de volver a necesitarlo. Pero vencer la burla "Lástima de dinero" no le estaba reportando ninguna satisfacción. Lo cierto es que era todo lo contrario: cada botón que abrochaba, cada maniobra, alimentaba su venganza.
Tras una ardua ceremonia higiénica comprobó, en el desleído espejo, su aspecto impecable. Se observaba disfrazado, muy lejos de sí mismo, y de eso se trataba. Pronto comenzaría la escena de su vida.
Fue al metro, como cada día, pero había algo diferente...su ira. Donde antes estaba una taquillera con la que se sentía hermanado en los sacrificios y paciencias que supone ser alguien productivo, ahora tan sólo veía una causa de la precariedad laboral, ese conformismo que ya era costumbrista. Todos los trabajadores que se cruzaba le perecían peleles que nunca sabrían la verdad que él acababa de descubrir.
Su ira aumentaba...
Cada paso alimentaba la determinación de no permitir que el asunto quedara así:
-"¿Cómo pueden hacerme esto?...12 años, 9 meses y 23 días...
Hizo una entrada audaz, tajante, y se sintió orgulloso de sí mismo. Miriam, con eficaz fluidez, atendía los teléfonos de la centralita. Le brindó el saludó de cada día...con la añadidura de ese brillo en sus ojos que se había intensificado. Si Miriam hubiera reparado en ese detalle quizá podría haber presentido lo que ocurrió mas tarde.

Luis Vaquero

-"Sé de todos los trapos sucios de esta empresa y les puedo denunciar con pruebas" soltó a bocajarro tras la muy brusca irrupción en el despacho del director.
-" No me amenace, Abraham, sabe perfectamente y mejor que nadie, que tenemos un problema grave de liquidez, nuestra cartera de clientes, sencillamente no paga lo poco que compra" contestó mientras pulsaba el interruptor que tenía al lado de los cajones de su mesa.
-"No me hable usted del último periodo, en estos años pasados usted y los otros directivos han amasado una fortuna considerable, gracias a los esfuerzos, experiencia y el tiempo que le hemos dedicado yo y mis compañeros y compañeras, a esta empresa en la que nos sentíamos como propios".
-"No me haga reír, o quiere que reitere la tan manida frase de que no somos hermanitas de la caridad".
Con aquel cómodo y elegante traje, Abraham se abalanzó con una inusitada furia contra el director agarrándolo del cuello y arrastrándolo hacia la ventana hasta dejarle medio cuerpo fuera.
Con gran esfuerzo y con voz ahogada Don Hipólito manifestó su intención de readmitirlo cuando se le acabase el paro y admitiendo las razones de su agresor.
Justo en ese instante entra Miriam y aterrorizada ante lo que ve, exclama:
-"Abraham mi amor, suéltalo....."
Pasadas unas horas y con unas copas encima se sintió realmente feliz con el desenlace, pensando, " No ha estado mal, por fin estaré con Miriam y con un año sabático pagado".

sábado, 11 de julio de 2009

VOLVER A LAS ANDADAS



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S*OL Pereda
Todo valía aquella noche. Después de unos meses de reflexión, de curar heridas infectadas en saña y encontrarse con muchas puertas cerradas, había decidido salir de nuevo a arriesgar entre copas y hombres.
Hacía ya bastante que no veía a sus amigos de siempre. Entre el matrimonio y el trabajo, el tiempo se había dedicado a robarle las pocas cosas que le quedaban en común con ellos. Entró en el primer bar que se encontró, fue abriéndose paso entre la gente e intentando pasar desapercibida. El plan era conocer a cualquier hombre interesante para esa noche y no estaba empezando con buen pie.

Luis Vaquero
Una mirada de las de no fiarse y una presencia impecable acompañaban a aquel cazador, que presto se deslizó a su flanco izquierdo con banales excusas, y que a la segunda copa, insistiendo cordialmente, manifestaba que podían acercarse a una fiesta en casa de unos amigos, que estarían encantados de recibirles.
Una ingente cantidad de invitados de dudoso aspecto, iba y venía por las dependencias de aquella mansión destartalada llena de vasos y botellas por doquier.
En la mesa de una estancia había preparadas rayas para esnifar, en otra, un humo delirante estaba mas presente que la nublada luz, otra con gente muy ligera de ropa ...
Cuando se despertó en aquel sofá en medio de los invitados que aun quedaban y se vio sin sus zapatos, sin falda y sin sus gafas y preguntando por sus pertenencias comprobó como todo el mundo la ignoraba.

Arantza Alada
Intentó incorporarse al tiempo que instintivamente realizaba una valoración de sus sentidos. Si, definitivamente estaba ebria. Quizá había visitado la mesa, o tal vez navegó por el humo...pero su cuerpo, sin lugar a dudas, estaba en pleno motín y poco se sentía capaz de hacer con él.
Cuando logró infundir algo de valor a las piernas se levantó, descubriendo con incipiente desconcierto que no era la única que portaba como exclusivo tejido la piel. El rostro reflejó la alarma que la sacudía, no tanto por lo que había hecho sino por no poder recordarlo. La prueba determinante fueron sus propios efluvios. Escudriño, con la nariz altiva, los vapores ascendentes que emanaban de su cuerpo. Era un aroma inconfundible, meloso y desesperado: Sexo.
Una voz tras ella la sacó del torbellino de revelaciones:
-¡Esto es tuyo!
Al volverse comprendió que el destino había escuchado sus súplicas, aunque de un modo retorcido. Sin duda sus ansias de cambios y retos estaban a punto de saciarse de la manera más feroz.
- ¡Esto es tuyo! - repitió, con unas bragas en la mano, el hombre al que hacía 15 años le dio el " Si quiero".